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Yamaha XT 600 Modified

En el titulo la dejo solo como “modificada” porque sinceramente no logro definir completamente a qué clase de moto llegaron con esta Yamaha monocilindrica de 600 cc del año 2003. Lo más cercano sería entre Tracker y Scrambler pero esa profunda disertación sinceramente no me dan ganas de afrontarla. El caso es que al creador y propietario de la moto sencillamente lo “sequé” días antes de su entrega para que me mostrara el fruto de casi un año de trabajo y de una cifra invertida con varios ceros a la derecha… A su encuentro, fiel a mi tendencia de observar hasta el mínimo detalle, la despedacé en críticas, eso sí, no todas expresadas directamente, muchas las guardo para mí por cuestión de respeto y diplomacia. El hecho es que al cabo de varios días se dió la oportunidad de probar la moto y yo como buen gomoso acepte pasar un fin de semana con la XT, con la única finalidad de manejarla hasta el cansancio para calentar un poco mi espíritu, algo dormido por la falta de kilómetros en moto. Tiempo libre, pertrechos listos, gasolina hasta el tope y a montar “hasta que se nos borre la raya del c…”, la típica vuelta por el Oriente para ir conociéndonos y en los primeros kilómetros se descubrían las habilidades de las cuales está dotada la Yamaha, un manubrio suficientemente ancho que da para moverla con relativa facilidad, las continental TKC 80 que tiene por zapatos agarran con firmeza el asfalto, así sus tacos grandes y separados no lo parezcan. Solo a alta velocidad y en línea recta sentí que las TKC hacían “bailar” un poco ambos trenes de la moto. El motor empuja de forma contundente y acelera como un poseído, corre más de lo que yo esperaba y los frenos son suficientes para detenerla en todas situaciones, ayudados eso si, por el excelente freno de motor, sensación más que entendible dada la cilindrada y su configuración “mono”. Detalles técnicos como un retoque a la carburación, reemplazar uno que otro tornillo, tensar cadena e intentar cazar una pequeñísima fuga de aceite fueron las sencillas labores de desarrollo que me impuso la XT, lo cual habla muy bien del taller MSM de Medellín donde fue construida, además teniendo en cuenta que yo era el primero que se le subía a manejarla en trayectos largos de carretera después de ser intervenida a fondo. Un amigo propietario de una XT 500 del 81, la cual venera hasta los gases de su escape, me invito a montar un domingo con sus cófrades, un grupo de lo más variopinto de adoradores de las XT y TT 500, estos sujetos aman esas motos de verdad, las quieren como a sus hijas y no escatiman dinero ni medios para mejorarlas y embellecerlas obteniendo como premio los elogios de sus compañeros y del gremio de las dos ruedas en general. Entre ellos terminamos inmersos la 600 modified y yo, al principio nos sentíamos como “mosco en sopa” pero luego la buena onda de los “Quinienteros” nos hizo sentirnos como con amigos de toda la vida. Fluidas las relaciones, fluido el manejo, y nada más comenzó la ruta mi XT saco su casta y caminó al ritmo de las mejores 500 del grupo, aclaro que no estábamos corriendo ni mucho menos compitiendo, solo un ritmo alegre que imponían los de adelante, que sin pena ni dolor la XT y yo seguíamos, disfrutando como locos!!! Entre curvas difíciles y en ascenso nos movimos con soltura y sin quejas en cuanto a agarre de las llantas o desempeño de suspensiones/chasis. Solo el escaso espumado de la silla y la leva del embrague que se endureció un poco (nada que un poco de lubricación no solucionara) fueron los puntos negros durante la montada “Quinientera”, ahhhh bueno sin olvidar el intento de reparar la mencionada fuga de aceite, que se dio en una de las paradas en un municipio del Suroeste, sin éxito alguno. De regreso a Medellín solo fue diversión en dos ruedas, eso sin contar el aguacero tipo monzón que nos agarró en las estribaciones del Valle de Aburrá. La 600 no es para nada benévola deteniendo el agua, lo que recoge del suelo te lo pone o en la visera del casco o en la espalda sin misericordia alguna al no poseer guardabarros de ningún tipo, cuestiones de diseño. Yo digo que también fue una venganza de la Yamahita por el azote recibido ese día… jajajajajajajajajajaja. Siempre he pensado que las motos son para todo, diversión, transporte, economía, ego, aprendizaje, enseñanza… etc. por eso a la XT le di su buena porción urbana, tanto para lucirla y recibir elogios en cada semáforo como para saber su desempeño entre el caótico trafico “Medellinita”. Lo primero fue cierto al 100%, esta moto es un imán para todo público, sea por su estética o por el sonido maravilloso que emana de su doble escape artesanal. En la ciudad es muy fácil moverse con ella, es corta de ejes, el manubrio como ya dije es amplio pero a la altura correcta para pasar por encima de la mayoría de los retrovisores, incluso me di a la tarea de subir una parrillera, si!! en su silla deportiva “monoposto” nos acomodamos MV y yo, aunque hubo que retomar cierta postura de manejo barrial de vieja data ya que la XT no posee calapies traseros (el que lo entendió lo entendió), otra vez todo por cuestiones de diseño. Debo decir que la untada de calle fue buena para la XT y me dio además una idea más clara de cómo deben ser las motos “para todo”. Las historias con las motos nunca terminan, solo se truncan y la mía con la 600 modified opino que le faltan todavía líneas por escribirse, pero había que devolverla sana y salva (menos mal!!!) a su dueño. Ya veremos si algún día complementamos esta juntada de letras con más sensaciones de una moto que de verdad me calentó el espíritu.


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